La búsqueda del Sur
Ese libro fue la continuación natural del Festival del Sur que organizé en Barcelona en diciembre de 2015 y que reunió mayoritariamente a poetas de esa ciudad y poetas griegos. Las traducciones al castellano fueron hechas por Ernest Marcos, Pepe García-Vázquez y Pau Sabaté, Darío Acebales y Christos Siorikis.
Aqui está mi introducción al libro:
Dos palabras sobre lo que nos espera
La desorientación como compañera de la búsque da del Sur –dos temas que me ayudan a ubicarme desde hace algunos años– fue la única directriz que se dio a los poetas a los que me dirigí. Aceptaron reiterar cada uno de sus exilios, cada uno de sus Sures, en común; aceptaron, en definitiva, que vagaran juntos sus poemas.
La estructura del volumen lleva a la práctica su tema: poner patas arriba. Empieza por el desenlace, que es el destino, empleando sus dos sentidos de hado y destinación (en griego se utilizó la palabra γραφτό que significa texto y destino). En la búsqueda del Sur, propensos a la desorientación, propensos al exilio, lo único seguro, lo único cierto que tenemos es el texto y su sombra, el destino, que, juntos, nos abren a la poesía. Esta última es una forma de supervivencia. Igual de interesante es la idea de estado poético como paréntesis-desenlace, como si no fuera lineal todo lo que no es paréntesis, o como si, aunque se vea lineal, lo escrito habitara en otra parte, en los paréntesis.
La segunda parte del libro recoge poemas que tienen como tema el tránsito: sin éste, no es posible la llegada. Aquí se encuentra explícita la oposición imagi- naria entre Sur y Norte, que se aborda desde diferentes perspectivas. El movimiento y el viaje son omnipresen- tes, tanto si el poema se focaliza –y, naturalmente, se transmuta– en el portador o en el medio como tránsito, como si empleara el ala del ángel para atravesar lo que haga falta, los trenes, los coches, el amor (también un medio, y ¡qué medio!), la navegación (también un medio-en medio). Transitando recogemos, es difícil ignorarlo.
El empobrecimiento, la pérdida, la renuncia, son previos al tránsito y son condiciones necesarias para que se produzca. Las pérdidas componen la tercera sección del libro. Los poemas son las huellas de la pérdida y del desconcierto, incluso de la agonía que ésta conlleva. Son huellas en la huida que parece que han logrado marcarse apenas o que las domina la melancolía porque han sido derrotadas. Separaciones, despedidas, recuerdos, muertes. Algunas veces se atisba la ironía ante aquello que con toda certeza es ya inalcanzable. En ocasiones se pierden las palabras o se cortan por la mitad. Otras veces, aumenta la distancia respecto al mundo –para disminuir luego, en el tránsito, cuando ya avanzamos más desnudos.
Para terminar, el origen. Los poemas de la cuarta parte conceden un origen a la poeta y al poeta, celebrando, cada vez que esto ocurre, un ritual. Como es sabido, el origen se inventa y se reinventa. Aquí toma a menudo la forma de un gesto hacia los antepasados: el antepasado, elegido y renovado como petición, como exigencia de compañía. El poema, por lo tanto, es ritual y exigencia de orígenes. El ritual del origen concierne también a las tradiciones ancestrales, la patria, la matria, invocadas todas por el poema, las invita a que lo visiten y las visita a su vez, habitándolas. Las aguas y las tierras avanzan juntas en estos rituales.
Avancemos también nosotros con los poemas, que ya hemos prologado lo suficiente. Escasean el coraje y la admiración en nuestros días. ¡Helos aquí!
Descanso, de Hammershoi
Deuda >